Respiró tan hondo que me absorbí a mi misma. Era como una implosión pero menos espectacular y con menos efectos especiales.
Ahora era el primer humano reversible. No estaba mal sino fuera porque las vísceras le ponían la ropa perdida. Y jamás había sido de las que frotan antes de lavar. Una cosa es enriquecer en vez de cocer y otra bien distinta ponerse a restregar la ropa en la pica como una desquiciada. A parte que cuanto más frotaba más lo llenaba todo de sangre.
Así que después de comprobar que la vida del revés no era tan genial como a primera y desagradable vista parecía, volvió a respirar más hondo aún. Absorbió tan fuerte esta vez que no solo se aspiro a si misma sino que también 1 camión de mudanzas, 2 ancianas y 1 andamio. Pero al menos ya no empapaba todo de sangre y vísceras. Cosa que le hizo perder un contrato con una famosa casa de detergentes pero le hizo ganar muchos amigos.
Desde aquel día temía los estornudos más que al hombre del saco, al coco y al monstruo de debajo de la cama, juntos. Si tan solo respirando hondo había sido capaz de tal estropicio, no quería ni pensar que sería capaz en un auténtico estornudo. Así que se convirtió en una autentica yonqui de los antihistamínicos. Y eso fue lo que la condujo a una larga carrera de crímenes y otras depravaciones.
Y es por eso que desconfío de todo el mundo que me dice no te preocupes y respira hondo.