Se me volvió a echar encima. Y con el calor que hace, a una servidora le agobia cualquier cosa que se le eche encima. Así que cuando le vi girar la esquina me escondí tras un enorme suplemento dominical.
Cogí otra ruta para volver a casa y una vez dentro cerré puertas y persianas. Cuando creí que me hallaba sola en mi más absoluta soledad. Allí estaba esperándome con una sonrisa socarrona, el tiempo.