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14 de Febrero 2009

El increíble caso de William Tree (especial San julandrín)

Bueno ya hace suficiente tiempo para hablar de ello ¿no? Hace unos años, yo conocí a un chico. Él era tímido, pero no asocial, solo que nunca fue el quarterback del instituto. Total, yo tampoco fui nunca la reina del baile de otoño (la de primavera todo el mundo sabe que es un putón).

Coincidimos en una clase, yo llegaba tarde (increíble) porque me había quedado inmersa en la lectura de un libro interesantísimo sobre el ciclo vital de la mosca del vinagre (vaya, que me quede tomando unas cervezas en la cantina, una vez más). Y solo quedaba un sitio (al final de la clase) libre, y ahí estaba él, tomando apuntes concienzudamente (vaya que, estaba leyendo el Marca) le sonreí (iba un poco bebida ya) y me senté a su lado (me deje hacer en el asiento).
A pesar de que la clase era interesantísima y de gran valor académico (aquello era soporífero) comenzamos a intercambiar miradas (comenzamos hablar sobre la mala temporada que estaba haciendo el Barça).
Al día siguiente, por trágicas circunstancias del destino (happy-hour en el bar de atrás de la facultad) volví a llegar tarde a clase. Y él gentilmente apartó la chaqueta del asiento de su lado (le tiré el abrigo al suelo) y me senté (me espachurré en el asiento).
Aquel fue un trimestre lleno de fatales sucesos que impidieron que yo llegara a tiempo a esas clases (pusieron tele en la cantina) y comenzó a florecer una amistad entre aquel chico y yo (aquel tío me ponía "to"bruta).
Un día al salir de clase (¡coño! como la serie) me pidió para salir ( me dijo que tenía unas tetas de puta madre) y accedí a tener una cita con él ese mismo viernes (llevaba 4 meses sin probar hombre).
La cita empezó, como suele empezar estas cosas, quedando en un lugar céntrico (cosa que putea a ambas partes) para tomar un café (pero él se pidió una cerveza y yo un cubata) y acabó como solían acabar mis primeras citas con una caricia (él aguantándome la cabeza mientras yo rujo entre dos contenedores).
Y estuvimos saliendo un tiempo (durante un tiempo vi más el techo de su habitación que las aulas de la facultad) y de repente un día...un trágico día (tenía la regla) me senté a su lado y contemplé que estaba leyendo un libro de bolsillo de Jodorowsky (estaba leyendo el ¡ABC!) aquella fue la última vez que me senté a su lado (le raje las ruedas de la moto).

Moraleja: No busque el amor de una persona por su intelecto, te quedarás solo. Sé superficial, no conozco nadie que se aburra follando.

<__trans phrase="Posted by"> apio <__trans phrase="at"> 14 de Febrero 2009 a las 10:04 AM


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