Me dieron la noche.
Iba a ser una noche inofensiva, una cena ligerita y unas cervecicas en una terracica. Hacía un día primaveral, se estaba bien en la calle. En algún momento se habló en acabar en la disco de Maria. Incluso eso apetecía, un par de risas mientras emulábamos a MC Hammer.
Pero durante la cena tuve que aguantar el típico tío que intenta buscar empatía y dice cosas como "choca los cinco" o "brindo por ello". Lo de brindar está bien pero no hay que hacer de cada sorbo un brindis. Y sobretodo, no hay que decir "choca los cinco" cada vez que estás de acuerdo con algo. Tenía unas ganas irrefrenables de clavarle el tenedor en el ojo y arrancarle los brazos con mis propias manos. Pero me supe contener. Afortunadamente, el "choca los cinco" se batió en retirada.
Después fuimos a tomar unas cervecicas en la plaza del sol, y allí un pseudo-actor me dio la tabarra. No paraba de citarme estrofas enteras de la obra que estaba haciendo. Sobreactuado, dobrepesado e imbécil. Muy imbécil. O quizás no tan imbécil pero yo no estaba para polladas. Pero es el mejor amigo del novio de una amiga. Y mis amigas no me dejan amputar/cercenar/quemar/diseccionar a los amigos de sus amigos, uy vaya lío.
Para poner la guinda al pastel, cuando fuimos a la discoteca el pseudoactor no paró de agarrarme para bailar, no estamos en los 50's, ya no se baila agarrado. Estaba tan rallada que puse la excusa de que con la nueva ley hay que salir para fumar (yo no fumo y mis amigas lo saben) y me pillé un taxi y me fui para casa. Sin despedirme de nadie ni nada. Y a las cinco cuando llegué a casa me metí en la cama sin desvestir, ni destripar a nadie.