Hoy me apetece contaros una historia que pasó hace mucho mucho tiempo.
Un buen día la princesita se levantó de su real camita y vio que no tenía sus hermosas zapatillas de seda esperándola en los píes de la cama. Estuvo varios minutos sentada en el borde de la cama preguntándose si debía o no pisar aquel suelo con sus pies desnuditos. Temía que si hacía tal cosa, cayera en una grave enfermedad que la llevaría a una muerte segura. Cuando hubieron pasado veinte minutos desde que descubriera la desaparición de sus zapatillas, decidió armarse valor y saltar de la cama. Y así lo hizo ¡Alehop! Ya estaba de pie enfrente de su majestuosa cama, con sus pies desnudos en contacto con el suelo frío de la estancia. La princesita primero se estremeció por el frió que le subía hasta la medula, pero pasado un rato la sensación de frió se fue. Y la princesita se sintió libre, sus deditos se sentía al fin libres, la opresión del calzado había acabado. Sentía las vibraciones y el crujir del suelo a cada uno de sus pasos. La princesita estaba realmente emocionada, corrió hasta la estancia de sus padres y les dijo que jamás volvería a aprisionar sus pies, que desde ese mismo instantes los dejaba libres. Nunca más usaré calzado, de ningún tipo, dijo la princesita a sus padres.
Y así fue como la princesita se le conoció por la princesa descalza. Hasta aquí la parte del cuento que las madres cuentan a las hijas y que las hijas a su vez cuentan a sus hijas.
Pero poca gente sabe que la princesita creció y que lo que en un día fue una liberación se transformó en una cárcel cruel que acabó con ella.
La princesita ahora era reina, y continuaba yendo descalza a todas partes, había hecho un juramento y lo tenía que cumplir. Pero los inviernos eran cada vez más fríos y las primaveras más húmedas. Un día paseando por el reino, vio una humilde zapatería, y cuentan que vieron a la reina llorar frente al aparador mientras el zapatero remendaba unas viejas alpargatas. Nunca antes nadie había visto llorar a una reina, y la reina lloraba por unas alpargatas viejas y destrozadas. Lloraba desconsoladamente, la gente se reunía a su alrededor e intentaba consolarla, pero la reina solo veía zapatos y más zapatos. Pronto vinieron los soldados y se la llevaron a palacio, dicen que aquella fue la última vez que se vio a la reina descalza. Unos decían que había muerto de frió, otros que había muerto de pena, otros decían que si alguien la había matado, pero solo ella supo que la verdadera causa de su muerte fue una ilusión falsa de libertad y un juramento impulsivo.