No mezclen señores y señoras, no mezclen.
Mezclar, aunque los cocineros de las últimas generaciones crean que es lo más revolucionario e innovador del mundo, no siempre es bueno.
Mezclar ni es nuevo ni innovador y normalmente acaba por provocarte ardores de estómago y empachos indigeribles.
Y aunque no se lo crean no me refiero ni al alcohol, ni a las drogas, ni a la comida, ni a la programación estival.
Pero si después de mis consejos, insisten en mezclar, no me vengan llorando después. Y si me vienen llorando al menos después invítenme a cenar en un buen restaurante. (Y no querida, el pizzajat de debajo de tu casa no es un restasurante.)
Y recuerden la ropa blanca, jamás, jamás, se debe lavar con la ropa de color. Te quedaste sin ramerita (esta palabra es en argentino no en español, ¡marranos!) y sin ropa interior. Bueno, mañana nos iremos de shopping, que remedio. Me volveré a sacrificar.