Había una vez, en el mundo mágico de los dentistas, una dulce y pizpireta ramita de apio. La ramita de apio solo quería ser como su ídolo Julián Muñoz (el mago del urbanismo), y tener una dentadura sana y bella, para poder decir ¡dientes, dientes, qué es lo que les jode!.
Así que la dulce y pizpireta ramita de apio se puso en manos de una multnacionalmágica de clínicas dentales. Cogió todos sus ahorros, pero no eran suficientes, así que atraco mágicamente un par de bancos y ejerció la prostitución con sátiros y faunos para poder pagar la minuta, mágica evidentemente.
Pero la pobre ramita de apio cayó en las redes de la malvada bruja vuelva usted mañana y vio como poco a poco sus sueños y esperanzas de tener una sonrisa deslumbrante se esfumaban (mágicamente, eso sí). Así que un buen día la dulce y pizpireta ramita de apio se puso su cinturón de Goma2 de los domingos y se dirigió hacía la multnacionalmágica de clínicas dentales y la hizo volar por los aires (perdón, desaparecer mágicamente). Y todos fueron felices y comieron wooperjuniors.
Fin (fin mágico, por supuesto)
Vamos!
Que esta usted como yo con la seguridad social...
si es que....
Posteado por goldhands - 19 de Octubre 2006 a las 12:59 PM¿Como pudieron ser felices al final?, sino hay príncipe mágico, ni genio mágico, .....mmmm.... usted nos quiere colar una historia real por un cuento de hadas ¿verdad?, que yo soy muy listo y me doy cuenta de estas cosas enseguida.
Posteado por Squall - 19 de Octubre 2006 a las 01:13 PM