Menudo viaje, al fin entendí lo de Alicia en el país de las mandonguilles (mandonguilla; dícese de la albóndiga autóctona de Cataluña, situada al nordeste de la Península Ibérica). Mi mamá me mima yo mimo a mí mamá, ¿que coño pinta este plato precocinado en mi tupper?
El otro día mi santa madre (para aguantar a nuestro asesor informático familiar hay que ser santa, claro que tener una hija como yo es siempre un consuelo) me preparó un riquísimo plato de albóndigas. Como a mi me gustan, con su sepia, su salsica, sus gambitas ¡ah si! Y por supuesto las albóndigas. Hizo tantas que hubo para dos tuppers, (si, asesor informático hubo para dos tuppers más y no se te guardó, la herencia está cada vez más cerca muahahahahahaha). Así que cené albóndigas, comí albóndigas y volvía a cenar albóndigas. Eso me condujo a un estado de somnolencia, redondez y acidosalicicoribonucleico irreversible. Como él que me condujo a inventar la máquina del tiempo en 1612. ¡Que tiempos aquellos!
Tras rodar del sofá a la cama me sumí en una placentera pesadilla. Rodar del suelo al techo no es fácil pero gracias a los efectos del enonaranja no es imposible. Recuerdan la película de Indiana Jones con la bola esa gigante que le persigue, púes cambie la bola por una albóndiga ya los indios por gambas con unos bigotillos muy graciosos y acento francés y se aproximaran a mi sueño. Yo era indiana jones, iba igualito que él, pero a mi la barba de tres días me sentaba mejor, y tenía que robar (digo rescatar) un mohón para poder nivelar la mesa de mi despacho que baila. Por supuesto el mohón era muy codiciado debido al aumento de muebles del ikea que hay hoy en día en las oficinas. Y durante todo el sueño a todos les daba por lo mismo, por perseguirme por todas partes con una cimitarra en mano y gritándome cosas raras. Me sentí igual que aquel día que se nos ocurrió hacer un sin-pa en aquella terraza de Marina. ¡Plusmarquistas a mí!
Cuando me desperté me sentía agotada y eso me dio hambre pero en la nevera ¡horror! Solo había albónigas. Así que me puse a llorar hasta que recordé que en el congelador tenía berenjenas rellenas.
Y así volví a salvar al mundo, un día más.
¡Hala! Qué post más majo... y sin necesidad de referencias mamellicas :-)
Posteado por Marc T. - 2 de Agosto 2008 a las 08:20 PMSí, pero no se me mal acostumbre.
Posteado por apio - 6 de Agosto 2008 a las 05:09 PM