Que bonitas son las escapadas de fin de semana.
Desaparecer 48 horas de todo y de todos. Y después cuando te preguntan ¿qué donde narices te has metido? Mentir como un bellaco (en este caso bellaca) y decir pues nada, con gripe en casa.
Hacía tiempo que no lo hacía y cuando hace unas semanas me surgió la oportunidad de desparecer, no lo dude, simplemente cogí una mierda mochilica y apagué el móvil.
Así que fue genial, sin importar que constantemente se fueran cambiando los planes, que al final no aprovecháramos bien el tiempo y que después el lunes fuera un infierno. Pero el simple hecho de estar desaparecida ya me hace feliz.
Mi próxima escapa en Noviembre a algún lugar céntrico, pero si alguien les pregunta estoy en casa de mis padres.
Siempre me ha gustado, guardarme cosas solo para mí. Y aunque la gente no lo entienda, a estas alturas me la suda, llevo venti-pocos (la cantidad es relativa ¡vale!) años siendo así y miren estoy encantada conmigo misma.
Son tontadas, porque ni me dedico al contrabando de armas (no en vacaciones) ni soy un agente secreto de Mosat (porque no quise), ni una puti de alto-standing (ni de ningún otro tipo) que tenga una agenda llena de iniciales de gente importante. Por no tener, no tengo ni agenda.
Pero a veces, me gusta, no sé como decirlo, simplemente no decir nada. Con la certeza de que no pasa nada si lo dices pero no lo dices porque simplemente no te sale de los huevos (en mi caso no me sale del coño y punto).