J me pidió un favor. Y como no quería parecer una zorra rencorosa (cosa que por otra parte sabe perfectamente que soy) accedí a hacérselo.
Tiene gracia, porque cuando salíamos jamás hubiera accedido a hacer tal cosa. Pero ese estúpido orgullo mío que a veces me mete en cada embolado, me volvió a traicionar.
El hecho es que estábamos los dos en la nueva casa de su hermano mayor, esperando que vinieran los soplapollas de los del agua, con la única certeza que aquella tarde ninguno de los dos íbamos a mojar. ¿Y si no voy a mojar para qué narices he quedado con este tipo en una casa vacía? Eso es lo que no paraba de preguntarme mientras los minutos pasaban ¡y hay que joderse! pasaron tantos minutos que llegaron a pasar hasta horas.
El hecho es que después de hablar tanto del tiempo que incluso hubiéramos aburrido a Picazo, se acabó la conversación. Realmente, lo nuestro era una relación intelectual. Así que antes que reconocer que no teníamos nada de que hablar y que la idea de hacerle compañía esa tarde había sido una pésima idea, decidió poner algo de música. Pero como la casa estaba vacía no había radio, pc o tele que poner. Así que sacó su mp3 y lo puso a toda hostia. Entonces lo vi todo claro, realmente lo nuestro fue una relación intelectual. ¿Pitingo? Vamos, no me jodas. Cogí mis cosas y me fui. Sino iba a follar me negaba a tragar.