Era san Valentín, nosotros no éramos yankis, no teníamos porque celebrar esa estúpida fiesta. Pero ella opinaba de otra forma. Y estaba claro que si yo quería continuar intimando con ella, también había de creer en san Valentín.
No iba a ser muy distinto de mi primera comunión. Yo quería un ordenador y el precio era hacer la primera comunión. Así que con once años tuve mi primera comunión. Y con once años y un día tuve mi primera eyaculación. Y fue entonces cuando empezaron todos mis problemas.
Quizás yo jamás sería un hombre fiel a mis ideales pero lo que tenía claro es que no iba a ser un pajillero nunca más. Había encontrado una tía. no vamos a entrar si era buena o mala, era una tía y era más de lo que hasta entonces había tenido. Sin menos preciar a mi mano derecha. Ella había dado un vuelco a mi vida. Bueno, mejor dicho, le había dado un revolcón a mi vida.
Y un gilipollas con pañales y flechas no me lo iba a arrebatar. Entré en los chinos de abajo y le compré un llavero en forma de corazón. Un euro vente. Me quedé pensativo y pensé que aquello era poca cosa. Así que también compré una caja de condones.
Y fue esa misma noche, en la sala de trauma de urgencias, donde conocía a la que hoy es vuestra madre.