La mesa de mi curro será jubilada una vez yo me vaya. Como lo que hacen con las camisetas de los jugadores de básquet. Eso es lo que me ha dicho mi jefe hoy. Primero le he mirado con cara de marciano, pero después he echado una ojeada a las tres mesas que tengo agenciadas en la oficina y lo he entendido. Tengo la costumbre de expandirme y conmigo expandir: el caos, las notitas, los papelotes, los sobres vacíos con anotaciones y los subrayadores de colores.
Y después de mirarlo como si de un alienígena fuera, he mirado a su mesa y solo he dicho "la mía será jubilada pero la tuya será llevada a los altares" y el silencio tenso ha reinado durante una larga-larga-larga hora.
¿Cuando aprenderé a morderme la lengua?