Hace unas semanas antes de irme de vacaciones hice limpieza general de mi habitación.
No soy una mujer que se obceque con el orden. Vale, lo reconozco, mi habitación la mayoría de veces parece haber sido victima de algún tipo cataclismo.
No me molesta el orden, pero tampoco el desorden. Por lo que puedo vivir en la zona cero sin ningún problema.
El hecho es que llevaba acumulada toneladas indecentes de papelotes, botellas y latas vacías y ropa limpia por guardar. Y que si alguien venía por casa, no quería que pensará mal de mí.
Tontadas mías; mis amigos ya me conocen, los que no son mis amigos, me suda lo que piensen. Mi madre no tiene llaves de casa y sobre todo, ¿quien coño entra en las habitaciones de otros sin invitación?
Lo de ordenar la habitación antes de irme de vacaciones es como lo de llevar bragas nuevas al ginecólogo o a depilar. Una gilipollez, lo sé, me río, pero lo sigo haciendo.
Pero hoy cuando he llegado a casa y entrado en mi habitación, no sé, me he sentido rara, demasiado espacio libre, todo tan impersonal, tan frío,...y el hecho de con que solo un vistazo sepas donde está todo...No sé, me da mal rollo la habitación tan ordenadita. Menos mal que tardo poco en guarrearla, en cuánto se seque la ropa, se que la voy a poner encima de la cómoda y que esperará días a ser guardada. ¡A ver si se seca ya! Que me da miedo, estar en mi habitación.