Me gustan las cafeterías de los aeropuertos.
¡Ala, ya lo he dicho!
Me gusta sentarme, tomarme un capuchino y ver la gente interrelacionarse en diferentes idiomas.
Gente que se va, gente que viene, gente que va despedirse y gente que viene a recibir. Las cafeterías de los aeropuertos están llenas de historias por contar. Y durante el rato que dura el capuccino soy testigo de esas historias.