En la oficina estamos todos enganchados a un jueguecito estúpido. Si fuera un jueguecito inteligente claro que no estaríamos enganchados. Pero no sé nos puede pedir más, somos abejas trabajadoras.
El hecho es que hay como una pequeña competencia por ver quien se pasa más pantallas y quien tiene más puntuación. Vaya exactamente lo mismo que a ver quien cierra más cuentas y quien atrae más clientes.
A mi los juegos estúpidos se me dan bien, lo sé, cuento con una gran ventaja, una talla de sujetador con tres cifras. Por lo que estoy en el top five del ranking. Pero me jode porque yo solo puedo dedicarle unos raticos al juego, y claro tengo compañeros que incluso se lo han bajado a la tablet para jugar en casa.
Así que esta mañana cuando R ha llegado y apuntado su nivel en la pizarra me he cabreado como una mona. Este fin de semana se ha pasado 12 niveles, será hijo puta y yo mientras perdiendo el tiempo teniendo una vida social. Mis amigos y mi familia no van hacer que avance en esa clasificación, diantre. He de replantearme la vida (otra vez).