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4 de Diciembre 2009

Experiencias post-mortem: La recepción

Al abrirse las puertas del ascensor dimos a parar a una especie de oficinas. Aquello me recordaba extrañamente a las oficinas del INEM de los ochenta. Yo acompañaban a mi madre al INEM en los ochenta, ni puta idea de cómo son ahora esas oficinas. Mis temores de que aquello fuera el infierna iban aumentando por segundos. En la entrada de la oficina una recepcionista muy agradable nos hizo esperar unos minutillos. Necesitaba una tarjeta de identificación para moverme por allí. Cosas de la ISO. Cuando dijo eso, ya no me cabía ninguna duda, estaba en el infierno. En el cielo no hay ISOS, ni protocolos, ni cinturones de seguridad. Mientras esperábamos la otra chica que ahora ya me mosqueaba que no me dirigiera la palabra no dejó de jugar con su blackberry. El infierno, ¡estaba en el infierno!
Otra cosa que me chocó es que de repente tuve unas ganas enormes de mear. Pensé que una vez muerta, eso sería algo del pasado, las funciones vitales no son algo muy común entre los muertos. Me levanté y le pregunté por el lavabo. La recepcionista me indicó donde estaba y se ofreció a guardarme el brazo mientras tanto. Lo cierto es que le habría dejado el brazo encantada. Porque ya comenzaba a ser un engorro llevar el brazo de arriba a abajo pero tuve que denegar su amable ofrecimiento. Tal y como mi madre me enseñó de pequeñita, hay que tener siempre un ojo puesto en tus posesiones y no te fíes de nadie, que hay mucho ladrón suelto.

<__trans phrase="Posted by"> apio <__trans phrase="at"> 4 de Diciembre 2009 a las 10:03 AM


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