La prueba que el Internet en malas manos puede ser muy peligroso soy yo misma. Hace unos días , tras salir a tomar unas cervezas después de mucho mucho mucho pero que mucho tiempo, regresé a casa a una hora prudencial. Como le decía a mi madre el último metro, es siempre una hora prudencial.
Cuando uno sale a hacer unas cervezas hay una cosa que hace nada más llegar a casa: MEAR. Si de esas meadas que te ponen cara de bobalicón. Un placer para los esfínteres. Tras tararear Bohemian Rapsody entera tres veces, mi vejiga estuvo de nuevo totalmente vacía. Fue entonces cuando al disponerme a tirar de la cadena contemple mi ...mi agüita amarilla.
Como un dios que crea un mundo de la nada, contemplé mi obra de arte, color, olor, brillo. Una meada colosal. Sino fuera por unos pequeños filamentos blancos. ¿FILAMENTOS BLANCOS? No recuerdo haber bebido nada que llevará filamentos blancos. ¡Maldición, volvieron a darme garrafón! Tras descartar el garrafón (no me dolía ni el estómago ni la cabeza) miré en el el Internet. Y busqué filamentos blancos en la orina.
Si, las primera páginas eran páginas guarrillas, pero eso es porque iba taja y escribí mal lo de filamentos blancos en la orina. Después de asegurarme que lo que escribía era lo que quería buscar, empecé a leer y a leer y a leer...llegando a la conclusión que tenía una venérea y que moriría de un cáncer de útero en menos de lo que tarda una actriz española en enseñar las tetas. A la mañana siguiente, super rallada me levanté dispuestas a concertar cita con el ginecólogo y con el notario (por lo del testamento). Estaba yo, con el café en la mano decidiendo a quién llamar antes si al notario o al ginecólogo, cuando entró mi compi de piso con una escobilla en la mano.
- Muy bien, ha empezado al fin la tercera guerra mundial y has escogido la escobilla del baño como tu arma. Poco convencional, pero puede que funcione.
- ¿Qué? ¡No! Llevo una semana diciéndote que la escobilla del baño se está deshaciendo que hay que comprar otra. Pues eso que acabo de comprar una y ahora voy a tirar ésta.
- ¿La escobilla del baño deshaciéndose? (intuía que esas palabras tenían importancia por algo pero aun no acababa de verlo claro)
- si, cada vez que la usábamos se llenaba todo de hilitos ¿No te habías dado cuenta? (confirmado, tengo una intuición que te cagas)
- ¿yo? para nada (Niégalo, niégalo todo. ¡No me cogeréis con vida!)
- ¿Son las nueve de la mañana a quién ibas a llamar? (mirando a mi agenda de teléfonos)
- A la pizzería, me apetecía pizza barbacoa para desayunar (¡ja, eres buena, tía, lo eres!).
- ¿qué? (con esa cara de "mi no hablar su idioma")
- tienes razón, mejor bajo a la granja a desayunar, bueno, hasta luego (saliendo de la cocina corriendo antes que me hiciera más preguntas)
Últimamente digo mucho "screw you" y no lo entiendo porque lo que realmente quiero decir es "ojala te viole un pabellón psiquiátrico al completo, y después te despedacen viva mientras tus hijos miran, hija de perra".
Debe de ser el calor, que me hace estar un poco apática. Voy a por un refresco, a ver si me ánimo y le escupo en el té con leche. Total, ya es asqueroso así.
En dos años siete embarazadas. Y es por eso que voy a los lavabos de la empresa de enfrente.
Hoy he sido yo quien ha soñado con mi compañera de trabajo, pero no voy a decirle nada. No quiero que se piense que esto nuestro es reciproco.
Debería de estar mirando lugares donde ir de vacaciones en vez de trabajar, pero hay mucho curro y no me apetece hacer turismo. Si lo he dicho, y lo repito: no me apetece hacer turismo. Así que estoy por pillarme un apartamento en Formentera y desconectar teléfonos, ipads, portátiles (y todo aquello que por lo general me hace sentir segura) durante una semanita. En plan amish, bueno no en plan amish no, en plan ermitaño, pero ermitaño con unos portentosos pechos.
A esa típica pregunta que tu jefe te plantea a los pocos días de entrar a trabajar de "¿si estuviéramos alejados de la civilización y por mala suerte me mordiera una serpiente venenosa en el pito, tú me succionarías el veneno?". Casi siempre he contestado lo mismo.
Por lo que cuando hoy, tras tres interminables horas de reunión con unos clientes que llamarlos capullos sería hacer un flaco favor a la anatomía de Rocco Sigfredi, una compañera de trabajo se ha acercado a mi mesa y me ha dicho "esta noche he soñado contigo, pero no te puedo contar de que iba" yo simplemente la he mirado de arriba a bajo y me he limitado a preguntar lo que cualquier jefe le hubiera preguntado "¿Dime al menos si te hice gritar?".